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Justicia, dignidad y posibilidades humanas: el enfoque de las capacidades en la filosofía política de Martha C. Nussbaum

El presente artículo examina el enfoque de las capacidades formulado por Martha C. Nussbaum como una propuesta normativa integral para repensar la justicia social desde la centralidad de la dignidad humana. En diálogo con Amartya Sen, Nussbaum desarrolla un modelo que trasciende la mera distribución de bienes o el acceso formal a derechos, proponiendo en su lugar una lista de capacidades centrales que deben ser garantizadas por las instituciones democráticas. Se analizan los fundamentos éticos y políticos del enfoque, su crítica a los modelos economicistas y contractualistas, y sus implicancias para una democracia sustantiva e inclusiva.

Introducción

En las últimas décadas, el debate en torno a la justicia social ha experimentado una transformación profunda, impulsada por las crecientes demandas de reconocimiento, inclusión y equidad en contextos marcados por desigualdades estructurales. Frente a modelos normativos centrados exclusivamente en la distribución de bienes o en la maximización de la utilidad agregada, el enfoque de las capacidades —desarrollado inicialmente por Amartya Sen y sistematizado filosóficamente por Martha C. Nussbaum— propone una concepción alternativa de la justicia, más sensible a las condiciones reales de vida de las personas y al reconocimiento de su dignidad.

Martha Nussbaum ha reformulado esta teoría desde una perspectiva filosófica y normativa, al sostener que lo verdaderamente relevante para una evaluación justa de las sociedades no es cuánto tienen las personas ni cuán libres son formalmente, sino qué pueden hacer y ser efectivamente. Desde esta perspectiva, el desarrollo humano no puede medirse únicamente por indicadores económicos, sino por la expansión real de las libertades sustantivas de los individuos. Esta mirada no solo desplaza el foco desde los medios a los fines del desarrollo, sino que introduce la noción de “umbral de capacidades”, es decir, un mínimo de condiciones necesarias para llevar una vida digna.

El enfoque de las capacidades es también una crítica estructural a la neutralidad de las teorías liberales clásicas, que tienden a ignorar las desigualdades de partida que condicionan la posibilidad de elección y agencia. En cambio, Nussbaum pone el acento en la corporeidad, la vulnerabilidad y la dependencia como elementos constitutivos de la experiencia humana, exigiendo una justicia que contemple estas dimensiones no como obstáculos, sino como fundamentos para la organización política. Así, su propuesta se articula como un marco ético y político que aspira a universalizar la posibilidad del florecimiento humano, más allá de barreras de género, capacidad, clase o nacionalidad.

Este artículo se propone explorar críticamente los fundamentos del enfoque de las capacidades según Martha Nussbaum, analizando su potencial normativo para repensar las categorías de ciudadanía, justicia y desarrollo en las democracias contemporáneas. Para ello, se revisarán sus fundamentos filosóficos, la formulación de las capacidades centrales y las implicancias políticas de una teoría que aspira a ser aplicable en contextos plurales y diversos, sin renunciar a un núcleo ético exigente

Fundamentos filosóficos del enfoque de las capacidades

El enfoque de las capacidades formulado por Martha C. Nussbaum encuentra sus raíces en una rica tradición filosófica que combina elementos del aristotelismo, el pensamiento feminista, el contractualismo crítico y la economía del desarrollo. Su propuesta parte de una concepción sustantiva del ser humano como agente moral y político cuya dignidad no depende del rendimiento económico ni de la pertenencia a una comunidad particular, sino del reconocimiento de sus capacidades reales para ejercer funciones humanas valiosas. Esta concepción subyace a una crítica profunda a las formas dominantes de evaluar el bienestar y la justicia en las sociedades modernas.

En diálogo con Amartya Sen, quien introdujo la noción de functionings (funcionamientos) y capabilities (capacidades) como categorías fundamentales para repensar el desarrollo humano, Nussbaum avanza en una formalización normativa del enfoque. Mientras que Sen enfatiza el carácter comparativo y abierto del enfoque —sin proponer una lista cerrada de capacidades—, Nussbaum considera necesario establecer un núcleo básico de capacidades centrales que puedan servir como umbral universal de justicia (Nussbaum, 2011). Esta lista, aunque abierta al diálogo intercultural, tiene un carácter prescriptivo: define lo que los Estados están moralmente obligados a garantizar si aspiran a ser justos.

El marco teórico de Nussbaum se inspira en la filosofía práctica de Aristóteles, especialmente en su noción de eudaimonía (florecimiento humano), entendida no como mera satisfacción de deseos, sino como realización plena de las potencias humanas. Para Aristóteles, una vida buena es aquella en la que las personas pueden desarrollar sus capacidades racionales y afectivas en comunidad. Nussbaum retoma esta idea desde una clave contemporánea, añadiendo una preocupación constante por los derechos, la igualdad y la justicia estructural, en un contexto pluralista y democrático.

A esta base clásica se suman aportes significativos de la filosofía feminista, en especial su crítica a los modelos abstractos y descontextualizados del sujeto moral. Nussbaum subraya que cualquier teoría ética debe partir del reconocimiento de la corporeidad, la dependencia y la vulnerabilidad como condiciones universales de la vida humana (Nussbaum, 2006). En este sentido, su enfoque se diferencia de tradiciones liberales que entienden al sujeto como autónomo, autosuficiente y desvinculado. La autora argumenta que solo una teoría que considere la realidad de los cuerpos, las necesidades materiales, las relaciones de cuidado y los contextos sociales puede ofrecer una base sólida para la justicia.

Por otro lado, Nussbaum cuestiona las teorías económicas que reducen el bienestar a variables cuantificables como el ingreso per cápita o el crecimiento del PIB. Desde su enfoque, una sociedad no es más justa por ser más rica, sino por ampliar las libertades sustantivas de sus ciudadanos, especialmente de los más vulnerables. Esto implica una crítica ética al utilitarismo y a las concepciones economicistas del desarrollo, así como una invitación a diseñar políticas públicas centradas en las personas, sus capacidades y contextos específicos.

En conjunto, los fundamentos filosóficos del enfoque de las capacidades permiten articular una teoría de la justicia global que reconoce la diversidad humana sin renunciar a un mínimo ético universal. La propuesta de Nussbaum se sitúa en un espacio intermedio entre el universalismo de corte kantiano y el particularismo comunitario, al afirmar que existen bienes humanos básicos que deben ser protegidos en cualquier sociedad, pero que su realización concreta debe ser definida democráticamente en diálogo con las culturas locales.

Las capacidades centrales y su relevancia normativa

Uno de los elementos más distintivos del enfoque de Martha Nussbaum es la propuesta de una lista de capacidades centrales que deben ser garantizadas por toda sociedad que aspire a ser mínimamente justa. Esta lista no constituye una simple recomendación política o un conjunto de metas deseables, sino un umbral ético y normativo, por debajo del cual se compromete la dignidad humana. En esta perspectiva, las capacidades no se reducen a oportunidades abstractas, sino que deben traducirse en condiciones reales que permitan a las personas vivir de manera plena y autónoma.

La lista, tal como se expone en Creating Capabilities (2011), incluye las siguientes diez capacidades:

Vida: poder vivir una vida humana de duración normal, no morir prematuramente.

Salud corporal: tener buena salud, alimentación adecuada, y acceso a servicios sanitarios y reproductivos.

Integridad corporal: poder moverse libremente, estar protegido contra la violencia y tener autonomía sobre el propio cuerpo.

Sentidos, imaginación y pensamiento: poder usar los sentidos, imaginar, pensar y razonar, todo ello en un marco educativo adecuado.

Emociones: tener la capacidad de amar, afligirse, experimentar gratitud y otras emociones que forman vínculos afectivos significativos.

Razón práctica: ser capaz de formar una concepción del bien y reflexionar críticamente sobre la propia vida.

Afiliación: vivir con y hacia los otros, participar de redes sociales, y ser tratado con igual dignidad y respeto.

Relación con otras especies: poder vivir en relación con el mundo natural, respetando y cuidando otras formas de vida.

Juego: disfrutar del ocio, la recreación y las actividades lúdicas.

Control sobre el entorno: participar políticamente en la toma de decisiones y tener acceso a bienes materiales y derechos laborales.

Esta enumeración no es exhaustiva ni rígida, pero sí constituye, en palabras de Nussbaum (2011), un “mínimo de justicia” que debería guiar la formulación de políticas públicas y la evaluación ética de instituciones y estructuras sociales. A diferencia de otros modelos, como el utilitarismo o el libertarismo, esta propuesta se centra no en los resultados globales ni en los derechos formales, sino en la capacidad efectiva de las personas de actuar y desarrollarse en distintos ámbitos de la vida humana.

Una de las claves de esta propuesta normativa es la distinción entre funcionamientos y capacidades. Los funcionamientos son los estados y actividades que una persona logra realizar —por ejemplo, estar nutrido, educarse, participar políticamente—, mientras que las capacidades son las libertades reales para elegir entre distintos funcionamientos valiosos. Esta distinción es esencial, ya que una sociedad justa no debería imponer un ideal uniforme de vida buena, sino garantizar que las personas tengan las condiciones necesarias para elegir por sí mismas cómo vivir.

Desde una perspectiva normativa, entonces, el rol del Estado no se limita a proteger libertades negativas (como no interferir en la autonomía individual), sino que debe asumir una función activa en la creación de condiciones materiales, sociales y culturales que hagan posible el desarrollo de estas capacidades. Esto implica, por ejemplo, asegurar educación inclusiva y de calidad, garantizar el acceso igualitario a la salud, combatir la violencia estructural y promover la participación política efectiva.

Además, el enfoque de las capacidades es particularmente sensible a la diversidad humana. Reconoce que distintos grupos —como mujeres, personas con discapacidad, comunidades indígenas o sectores empobrecidos— enfrentan obstáculos estructurales que impiden el desarrollo de sus capacidades. Por lo tanto, la igualdad requiere no solo el mismo trato, sino acciones diferenciadas y afirmativas que compensen desigualdades históricas.

Esta sensibilidad a las condiciones concretas de vida convierte al enfoque de Nussbaum en una poderosa herramienta para el diseño de políticas públicas y para la evaluación ética de regímenes democráticos. Desde esta óptica, la justicia deja de ser una cuestión abstracta y se convierte en una responsabilidad política tangible, orientada a garantizar que todos los seres humanos puedan vivir con dignidad, ejercer sus libertades y contribuir activamente a la vida común.

Democracia, ciudadanía y justicia global

El enfoque de las capacidades propuesto por Martha Nussbaum no solo plantea una nueva manera de concebir la justicia social a nivel individual y nacional, sino que extiende su alcance hacia la reconfiguración de los ideales democráticos y la articulación de una ética cosmopolita en clave de justicia global. Para Nussbaum, una sociedad democrática no puede considerarse plenamente justa si una parte significativa de su población carece de las condiciones mínimas para ejercer sus capacidades fundamentales. En este sentido, su propuesta redefine tanto la noción de ciudadanía como las obligaciones éticas de los Estados en un mundo interdependiente.

Desde una perspectiva clásica, la ciudadanía ha sido entendida como el derecho a participar en los asuntos públicos y a gozar de libertades políticas y civiles. No obstante, Nussbaum (2013) sostiene que este modelo formalista resulta insuficiente si no se acompaña de garantías materiales y sociales que permitan a las personas ejercer realmente tales derechos. La participación política, por ejemplo, no tiene el mismo significado para quienes viven en condiciones de extrema pobreza, enfrentan barreras educativas o sufren discriminación sistemática. En este contexto, la ciudadanía debe entenderse como capacidad activa y situada, que requiere condiciones reales para su ejercicio.

El enfoque de las capacidades, por tanto, aporta una concepción sustantiva de la ciudadanía democrática: no basta con que existan procedimientos formales de elección o libertad de expresión, sino que debe asegurarse el acceso equitativo a los medios para deliberar, decidir e incidir en la vida colectiva. Esto implica que los Estados tienen la responsabilidad de eliminar los obstáculos estructurales que impiden la participación política efectiva y de generar marcos institucionales que promuevan la inclusión de sectores históricamente marginados (Nussbaum, 2011).

Esta concepción ampliada de ciudadanía tiene implicancias directas en el diseño de políticas públicas. Por ejemplo, una democracia que valore las capacidades debe garantizar una educación que no solo transmita conocimientos técnicos, sino que forme a los ciudadanos en pensamiento crítico, empatía, deliberación y juicio moral. En Not for Profit (2010), Nussbaum defiende la centralidad de las humanidades en la formación cívica, argumentando que solo una ciudadanía cultivada intelectualmente y sensible a la dignidad de los otros puede sostener democracias robustas y plurales.

En el plano internacional, Nussbaum extiende su teoría hacia una ética de la justicia global, que supera las fronteras estatales y desafía los marcos de soberanía absoluta. La autora sostiene que las capacidades humanas fundamentales deben ser protegidas sin importar el país de nacimiento o residencia. De este modo, las desigualdades globales, las migraciones forzadas, el cambio climático y la explotación transnacional adquieren una dimensión ética que no puede ser ignorada por los Estados ni por las organizaciones internacionales. El cosmopolitismo que propone no es ingenuo ni voluntarista, sino un compromiso ético y jurídico con el principio de igual dignidad humana universal (Nussbaum, 2006).

Asimismo, esta propuesta se distingue de versiones de la justicia global centradas únicamente en la redistribución económica. Si bien reconoce la importancia de los recursos, Nussbaum insiste en que lo decisivo es garantizar que cada persona, en cualquier parte del mundo, pueda desarrollar un conjunto básico de capacidades. Esto incluye acceso a salud, educación, libertad política, protección contra la violencia, y posibilidades reales de autorrealización y contribución a la vida común.

El enfoque de las capacidades, entonces, permite articular una visión de la democracia que no se limita a los procedimientos, sino que se orienta a la creación activa de condiciones para la participación plena y equitativa. Del mismo modo, proyecta una concepción de la justicia global que desafía las inequidades estructurales del orden internacional contemporáneo, sin caer en un universalismo abstracto ni en un relativismo cultural paralizante. En este equilibrio entre exigencia ética y sensibilidad contextual, se encuentra uno de los aportes más potentes y actuales de la filosofía política de Martha C. Nussbaum.

Conclusión

El enfoque de las capacidades formulado por Martha C. Nussbaum representa una de las propuestas más innovadoras, normativamente robustas y humanamente sensibles de la teoría política contemporánea. En un mundo caracterizado por profundos desequilibrios económicos, exclusiones sistemáticas y debilitamiento del compromiso cívico, esta perspectiva ofrece una base ética poderosa para repensar la justicia desde la dignidad y la agencia de cada persona concreta.

A lo largo de este artículo se ha mostrado cómo Nussbaum articula su enfoque desde una crítica filosófica a los modelos abstractos y economicistas que han dominado tanto la filosofía moral como las ciencias sociales. Frente a teorías centradas en la maximización de la utilidad, la igualdad formal de derechos o la asignación de recursos, el enfoque de las capacidades desplaza la atención hacia lo que las personas pueden realmente hacer y ser en sus vidas. Esta atención a las condiciones efectivas y situadas del desarrollo humano constituye su gran valor normativo y político.

La propuesta de una lista de capacidades centrales no debe entenderse como un esquema cerrado o tecnocrático, sino como un marco orientador para la acción política en contextos democráticos. A diferencia de otros modelos universales que han sido criticados por imponer visiones culturales particulares, el enfoque de Nussbaum mantiene una tensión productiva entre universalismo moral y sensibilidad al pluralismo. Establece principios mínimos que garantizan la dignidad humana, pero deja abierta la deliberación sobre sus formas concretas de implementación, reconociendo la agencia de las comunidades en la definición de sus propios fines.

Asimismo, la concepción de ciudadanía que emerge de este enfoque no es meramente procedimental, sino sustantiva: una ciudadanía plena requiere no solo derechos formales, sino capacidades materiales, afectivas, educativas y sociales para ejercerlos. Esta visión redefine la función del Estado democrático como garante activo del desarrollo humano, y no solo como árbitro neutral de libertades individuales. De este modo, el enfoque de las capacidades se proyecta como una herramienta crítica para enfrentar la crisis contemporánea de las democracias, marcada por la desafección, la desigualdad y la exclusión.

En el plano global, la propuesta de Nussbaum también ofrece fundamentos filosóficos sólidos para una ética cosmopolita capaz de confrontar la desigualdad transnacional, el cambio climático, la precariedad migratoria y la violencia estructural. Su insistencia en la igual dignidad de todos los seres humanos, sin distinción de nacionalidad, género o capacidad, desafía los límites tradicionales de la justicia como asunto meramente estatal y abre la posibilidad de imaginar instituciones globales más justas, cooperativas y humanas.

En síntesis, el enfoque de las capacidades no solo reformula nuestras concepciones de justicia, ciudadanía y desarrollo, sino que invita a reconfigurar el horizonte moral desde el cual entendemos el valor de la vida humana. Al centrar la atención en las posibilidades reales de cada persona para florecer, Nussbaum nos recuerda que la política, en su sentido más noble, debe orientarse a crear las condiciones que permitan a todos y todas —no solo a unos pocos privilegiados— llevar una vida verdaderamente humana. Esa exigencia ética constituye, sin duda, uno de los desafíos más urgentes y transformadores de nuestro tiempo.

Artículo escrito por Alberto Aguirre Director de Comunicaciones de la UMC.

Referencias

Nussbaum, M. C. (2006). Frontiers of justice: Disability, nationality, species membership. Harvard University Press.

Nussbaum, M. C. (2010). Not for profit: Why democracy needs the humanities. Princeton University Press.

Nussbaum, M. C. (2011). Creating capabilities: The human development approach. Harvard University Press. Nussbaum, M. C. (2013). Political emotions: Why love matters for justice. Harvard University Press

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